Ghost in the Shell tuvo tanta repercusión allá por 1995 que hoy día tiene en su haber libros de manga, series y hasta una película protagonizada por Scarlett Johansson. Arise también tiene como protagonista a la humana “sintética” Motoko Kusanagi, encargada de la seguridad de la Sección 9 y de desbaratar cualquier crimen que se esté cocinando en su jurisdicción. Esta vez, seguiremos los pasos de la temeraria joven en su día a día de investigadora, conectando pistas y enfrentándose a peligrosos maleantes.

¡Aquí hay inteligencia artificial de sobra! Nuestra bella Kusanagi es prueba fehaciente de esto. Lo mismo que en Pandora, Ghost in the Shell utiliza —a su manera— el elemento de la IA para darle un toque interesante a toda la trama; asimismo, el uso de maquinarias pesadas no será dejado de lado. Acción, buena animación, robots de alta calidad y luchas a granel pueden ser encontrados en los dos títulos, sin esperar mucho desde el comienzo del primer capítulo para poder disfrutarlos.

El joven Nagate Tanikaze, empujado por el hambre, decide salir de su escondrijo para procurar un poco de alimento en la superficie; embobado por la anemia, trastabilla y cae dentro de un silo enorme lleno de arroz. Capturado por las fuerzas de seguridad del nivel superior, nuestro pobre indigente es llevado a la rastra a un establecimiento militar donde su vida habrá de dar un vuelco increíble: la máxima autoridad de la institución, la capitana Kobayashi, le pide que se una a su entrenamiento de pilotos.

En el caso de Sidonia no Kishi, los seres que pretenden aniquilarnos son extraterrestres, mientras en Juushinki Pandora son animales terrícolas mutados por un contacto fallido con la IA. En ambas situaciones, la lucha con robots de alta tecnología parece ser la única esperanza de la raza humana. Si se encuentran en procura de mucha acción, grandes escenas de batallas y buena animación, cualquiera de estos dos títulos habrá de venirles como anillo al dedo.

Ni animales mutados por la ciencia, ni monstruos horrendos; ¡en esta historia los enemigos de la Tierra no son otros que los marcianos! Inaho Kaiduka y sus compañeros viven una vida de tiempo prestado, practicando día tras día el manejo de sus mechas KG-6 Slepnir, con cierta esperanza de una posible reconciliación entre los bandos rivales. Sin embargo, los veteranos de las primeras batallas esperan con pesimismo el regreso del Aldnoah, un arma poderosa y culpable de volar la luna en pedazos quince años atrás.

¡Continuamos con la temática del cómo hacemos para salvar nuestro pellejo! Pues bien, la única opción potable —o al menos eso parece— es la de meternos en una robot y, sin importar las consecuencias, lanzarse de cabeza a matar o morir. Por otro lado, algo interesante que ambos animes poseen en común es una especie de monarquía y una intrincada estructura política que repercute directamente sobre los giros argumentales de la historia. A veces, la pluma puede ser más fuerte que la espada...

En esta entrega de la saga Gundam, los problemas diplomáticos entre la Tierra y Marte hacen de la vida cotidiana algo difícil de sobrellevar. Las protestas marcianas a favor de la independencia de su planeta del yugo terrestre son un caldo de cultivo perfecto para aquellos sectores que buscan llevar a cabo sus propios intereses. Sin embargo, no todo está perdido: la esperanza habrá de brillar cuando el Gundam Barbatos sea activado para defender la paz de la humanidad.

En Juushinki Pandora, el mecha principal logra sobresalir de los demás por un sistema biotecnológico, que toma a su piloto como un engranaje más del fuselaje. La conexión humano-máquina también se encuentra en los soldados que luchan en Iron Blooded Orphans: unidos a sus tanques de guerra por un implante realizado en sus espaldas, los soldados de la Tercera División de la Tierra logran conectarse y ser uno con la máquina. Es obvio que en esta nueva trama de Gundam no habrán de faltar las peleas, los tejes y manejes políticos, y los robots grandes… muy grandes.

Por cuestiones que la historia borró, luego de una gran guerra la humanidad se dividió en dos grandes grupos: uno de ellos continuó su existencia en el planeta Tierra, y el otro fue hacia el espacio. Ledo, un piloto adolescente, pertenece a este último grupo, y su misión era proteger a los hombres del espacio del ataque de los alienígenas Hideazu. Caído en combate, Ledo despierta seis meses después en una ciudad terrestre construída sobre el mar, ahora intentando descubrir el porqué de muchos cabos sueltos en la historia de sus ancestros.

Lo mejor —o lo único— para hacer tras una gran catástrofe es borrón y cuenta nueva, y reconstruir todo lo que se pueda con el material que te haya quedado a mano. De hecho, los dos mundos en estos animes tienen en común esa necesidad de reciclar todo aquello que rodea a los sobrevivientes. Las imágenes de ambas series nos dan esa idea de ciudad reconstruida con lo que se pudo, y de pueblos que sobreviven con lo que tienen a mano. De más estar decir que los mechas, los enemigos y la necesidad de luchar por la propia vida no habrán de faltar en la trama de Suisei no Gargantia.

¡¿Qué es lo que tienen contra nosotros que no nos pueden dejar tranquilos?! En Darling in the FranXX nuestra especie —que no para de ser asediada anime tras anime— debe sufrir los ataques de los terribles klasoraurs, animales de gran tamaño y forma reptiloide que tienen como costumbre aparecer de la nada y destruir todo lo que se encuentre a su paso. Para poder exterminarlos, la milicia humana cuenta con un grupo de niños y niñas que, en parejas, se suben a mechas y salen a dar la cara cada vez que estos antipáticos bichejos entran en escena.

Mundo postapocalíptico, robots que deben sincronizarse con sus conductores, animalejos que parecen ser una mutación propia de la naturaleza terrestre, combates y personajes queribles... ¡mucha cosa en común entre Darling in the FranXX y Juushinki Pandora. Además, no podemos dejar de lado otras cuestiones que comparte, como lo son una buena animación, bastante contacto humano y algún que otro momento cómico que ayuda a pasar los malos tragos.