Deprimirse es una forma de morir poco a poco, en cámara lenta y sin pausa. Pero siempre hay quien prefiere la vía rápida. En Serial Experiments Lain todo comienza con el suicidio de Chisa Yomoda. Este evento definirá el curso de un anime claramente perturbador, de esos que te dejan pensando, donde la chica muerta comenzará a enviarle mensajes a sus compañeros de escuela. Pero, ¿cómo? ¿No estaba muerta? ¿Será que envía los mensajes desde la tumba? Eso es lo que no sabemos a ciencia cierta.

Entra en escena Lain, una chica de 14 años adicta a la informática. Su padre, por cierto, es un experto en la materia. Cuando aparecen los mensajes de origen desconocido, ella empieza a investigar en el ciberespacio y recibe un mensaje de la difunta. Así va quedando enredada en una telaraña que llaman “La Red” -si, la misma donde nosotros navegamos- y su realidad se confunde con el mundo virtual.

Lo depresivo de Serial Experiment Lain es la atmósfera, el tempo en el cual se desarrollan las escenas. Todo muy melancólico. El futuro no existe... o es muy triste. El futuro es ahora. Aquí y ahora. Típico del Ciber Punk, el tono pesimista y el cuestionamiento de todo aquello que consideramos futurista, ya que puede terminar siendo -como en este caso- un arma de doble filo y dejarnos en esa delgada línea entre lo real y lo irreal.

Una persona deprimida suele sentirse frustrada, insatisfecha. Puede ser que malgaste su tiempo en cosas abstractas como la lectura de poemas. Otra forma de canalizar su malestar son las obsesiones. Takao se obsesiona tanto con su compañera de clase Saeki que termina cometiendo un error fatal. Esto lo lleva a caer en manos de Sawa Nakamura, una chantajista que lo manipulará emocionalmente. Aku No Hana es un drama con bastante abuso físico y emocional que muestra lo frágiles que pueden ser las emociones. La personalidad de Takao se va degradando de una forma muy triste a medida que transcurre la serie. Al final, se encuentra inmerso en una relación de profunda dependencia emocional con una diablesa a la que odia pero no puede evitar, mientras su corazón rebosa de amor por un ángel que no le corresponde.

La técnica de la rotoscopia refleja de una forma realista los sentimientos de los personajes, los más perversos en el caso de Sawa y los más tristes cuando se trata de Takeo, que de verdad llega a un extremo que resulta patético. La atmósfera es tensa, pesada, obsesiva. Todo esto coincide con el despertar de la sexualidad de los personajes que conforman este curioso triángulo que no te dejará indiferente.

La muerte de un ser querido es una situación que cambia la vida de cualquier persona. Todo puede ser como en las primeras escenas de Shigatsu wa Kimi no Uso, llenas de alegría y color, y poco a poco tornarse gris y opaco. Así es como Kousei Arima vive el duelo por la partida de su madre. A pesar de que es un excelente pianista, ha perdido el interés en la música, que era lo más importante en su vida. Arima vive con sus amigos: Tsubaki Sawabe y Ryouta Watarina. Cuando todo parecía acabado, conoce a Kaori Miyazono, una violinista excepcional, y su vida vuelve a cambiar, esta vez para mejor.

Lo interesante de esta historia es la evolución del personaje principal por los distintos estados emocionales así como su amor por Kaori. La historia tiene momentos melancólicos sin llegar a ser totalmente depresiva. Los otros aspectos que nos han gustado son los monólogos de Arima, ese diseño tan colorido que va en sintonía con la historia cuando se trata de mostrar los momentos alegres, el humor que siempre está presente —incluso cuando menos te lo esperas—, el toque de Ecchi en las escenas donde aparecen las protagonistas y, por supuesto, la música que es variada y exquisita.

El fenómeno de los hikikomori se ha representado muchas veces en el anime, pero en ninguna de ellas se ha planteado como parte de una conspiración mediática. ¿Conspiración? ¡Sí, exactamente! El sistema, el gobierno o lo que sea que controla los hilos del mundo, está creando hikikomoris en serie para dominar a las masas. Una locura, ¿verdad? Bueno, Sato vive encerrado en su casa, atrapado en sus fobias y convencido de que esto es cierto mientras pasa el tiempo jugando videojuegos.

Este otaku de 22 años cree que un conglomerado japonés llamado Nihon Hikkikomori Kyokai -a.k.a. NHK- es la representación física de este poder maligno. No solo eso: este chico raro también tiene su corazoncito, así que cuando conoce a Misako y se da cuenta que es su alma gemela, su clon, su doble, automáticamente se enamora de ella. Pero Misako es el mundo real, el exterior, y por eso tiende a rechazarla aunque la ama.

La verdad es que una vida de encierro es deprimente, aunque sea haciendo algo que te gusta. Seguramente te identificarás con Sato en algunas cosas, y a veces parece demasiado real para ser un anime; en otras no tanto porque exageran al punto de que termina siendo una caricatura de lo que es un verdadero Otaku. Si a eso le sumamos el miedo y la angustia con la que vive, en un estado de permanente frustración, evidentemente estamos hablando de un anime depresivo con un gran contenido crítico sobre la realidad actual.

En esta ocasión, nuestro protagonista es el chico malo del cuento. Este antihéroe es considerado un delincuente por sus compañeros debido a su mala conducta en la escuela. Lo que realmente ocurre es que a Tomoya Okazaki le interesan muy pocas cosas, por eso se aburre muchísimo y espera que llegue su día de suerte para que todo cambie. Su deseo se cumple cuando conoce a Nagisa Furukawa, una chica misteriosa, impredecible, a la que tampoco le gusta estudiar y también está aislada de sus compañeros de escuela. Si en un anime encontramos dos personajes tan raros que tienen cosas en común, seguro que tendremos drama y romance, como efectivamente sucede en Clannad.

La primera temporada nos muestra a Tomoya teniendo unos sueños extraños y encuentros casuales con chicas con las más variadas personalidades. Luego de esta etapa, Tomoya se gradúa y debe entrar definitivamente a la vida adulta con un empleo. La vida se ha complicado, tanto para él como para Nagisa, puesto que cada uno tiene su respectiva tragedia personal y familiar que superar. Este anime tiene momentos para reír y para llorar, con situaciones que nos harán amar a los personajes y odiarlos al mismo tiempo.

Es posible hacer una buena historia con los temas más simples y trillados del anime. Por una parte, tenemos la clásica historia de los amigos de la infancia que se enamoran; por la otra, la manera en la cual puede funcionar una relación a pesar de la distancia. Al principio, Takari Tono y Akari Shirohara se amaban con la dulzura y la intensidad de los pétalos de cerezo que caen a 5 centímetros por segundo al comienzo de la primavera. Con el pasar del tiempo, la distancia se hizo mayor, las cartas y los correos tardaban más en llegar y lo que antes era la esperanza de volver a estar juntos se transformó en un simple recuerdo de los buenos momentos vividos.

La trama de Byousoku 5 Centimeter avanza de una forma lenta, triste, con escenas fijas y primeros planos detenidos. El arte y el sonido son realmente únicos, por lo que a pesar de ser historias tristes conservan una gran belleza. El recuento de la vida de los personajes abarca el paso de la adolescencia a la edad adulta, con todo lo que ello implica, de una forma profundamente emocional. La escenas se te quedarán grabadas en la memoria con la nostalgia de los trenes que van y no vuelven jamás.

Una de las cosas que más afecta las emociones de una persona es no tener identidad. No saber quién se es realmente. Los chicos de este anime dramático se encuentran en un limbo: solo saben que han muerto y de alguna manera han llegado allí, así que a falta de algo mejor deciden llamarse “Haibane” o “Alas Grises”. Estos ángeles son unos personajes fantásticos que van por allí con sus alas y sus coronas, volando entre sueños confusos que explican o intentan explicar su origen.

La animación es excelente y la música es realmente adorable. La trama avanza lentamente, con muy poca acción, y se inclina más hacia la reflexión sobre la situación de los personajes. Al principio todo parece hermoso, pero a medida que se desarrolla la historia se dan cuenta de la realidad: están presos en una ciudad de la que no pueden escapar. Allí empieza el dilema para Rekki, Rakka, Kuu y Kana. Mientras esperan que llegue el momento en cual podrán escapar de allí, se dedican a explorar acerca de sí mismos para comprender el triste y solitario mundo sin recuerdos en el cual les ha tocado vivir.

En el tercer lugar de esta lista hemos propuesto un triste y hermoso cuento de hadas. En el mundo fantástico de Jun Karase, su padre es un príncipe y su madre es una princesa. Un día, Jun ve al príncipe con una bruja malvada. Ella, que nada sabe del terrible mundo de los adultos y sus mentiras, se lo cuenta a su madre. Lo que sigue es la partida de su padre y un profundo sentimiento de culpa porque ambos la acusan de ser una “niña parlanchina” y, en consecuencia, la culpable del divorcio.

Vale, que con menos que esto cualquier niña se traumatiza y mínimo termina con psicosis o trastornos de la personalidad. Aún así, Jun sigue esperando que un príncipe la rescate y tiene tanta suerte que aparece, pero no en forma de sapo sino de… ¡huevo! La propuesta de este ser mágico es sellar sus palabras para siempre y a cambio asegurarle que conseguirá a un príncipe y vivirá en un castillo. Ella acepta la oferta y desde ese momento es incapaz de comunicarse con el resto del mundo: cada vez que intenta hablar le dan terribles dolores de estómago.

¿Qué hará ahora que el profesor la ha elegido para formar parte del Comité de Alcance Comunitario? Sus compañeros serán un joven apático que apenas presta atención a las clases, un beisbolista que se ha lesionado y la animadora del curso. ¿Jun seguirá siendo la chica eternamente muda? ¿Podrá vencer sus bloqueos mentales para integrarse al equipo y preparar el musical? Tenemos casi dos horas de romance y drama para descubrirlo.

Esto es difícil de explicar. No todos quieren aceptarlo, pero es una realidad... vivimos bajo el imperio de las máquinas. Pronto tendremos que cohabitar con los androides, y ellos serán capaces de hacer lo que algunos humanos evitan: sentir y expresar emociones. Un modelo llamado Giftia llegará a tener un espíritu virtual. ¡Imagínense! Tsukasa Mizukagi trabaja en la corporación que ha creado estos androides y se encarga de “recuperarlos” antes que terminen su vida útil. Para ello cuenta con la ayuda de Isla, una compañera que también es un androide y vivirá en carne propia —irónicamente— la situación de estas máquinas.

Este anime aborda la complejidad del mundo de las emociones, el sentido de la vida, el dolor de la separación y la actitud que tenemos ante la muerte. El diseño de este anime es excepcional, como es de esperarse en un buen anime futurista, y no falta el toque de humor que refresca el tono depresivo de la historia.

Esta es una compilación de seis clásicos de la literatura japonesa. Aborda temas como la soledad, el aislamiento, las adicciones, la autodestrucción... aunque bueno, no todo es triste. En Aoi Bungaku también salen a relucir aspectos importantes como la amistad y el amor verdadero. Cada una de las historias abarca dos episodios, donde se desarrolla el recuento de la vida del personaje principal; retratos de personajes fracasados en sociedades decadentes.

Comenzamos con el hijo de un congresista, estudiante de arte y revolucionario, que se une a un grupo contestatario para derrocar al gobierno. En medio de ese ambiente de persecución política es arrastrado a un mundo sórdido que comparte con chantajistas y prostitutas. Cae en un ciclo de depresión y consumo de drogas que lo consume poco a poco hasta convertirlo en un desecho humano. Los colores oscuros, opacos y borrosos, tratan de reproducir el ambiente de principios del siglo pasado y reflejan muy bien el entorno depresivo que encontraremos a lo largo de toda la serie. Destaca el contenido literario de las historias, el hecho de que varios de los protagonistas son artistas y la música melancólica que acompaña las escenas.