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Aunque muchas veces puede ser usado de manera agresiva y peyorativa, el término “Casual Gamer” tiene una explicación lógica y objetiva. Además, esto generó todo un mercado y un subgénero, enfocado únicamente a este tipo de personas. Si alguna vez te llamaron “casual” por jugar… digamos… “no-tan-bien”, será mejor que leas este artículo; no solo te subirá el autoestima (tal vez), sino que al menos te informará sobre todo lo que hay detrás de esta clasificación.
Casual vs Hardcore: la guerra de siempre
Como siempre vemos la polarización, también es normal que a la hora de clasificarnos como jugadores, apelemos a términos binarios. Por un lado, aparecen los jugadores casuales (“casual gamers”), y por otro los autoproclamados jugadores hardcore (“hardcore gamers”). Un jugador casual es aquél que toma los videojuegos como un entretenimiento más, al nivel de una buena película o una buena partida de naipes con los amigos. Esta gente entiende que el juego está al servicio del usuario y simplemente cumple la función de entretener, sin necesidad de lazos ni obligaciones. Del lado opuesto, los jugadores hardcore son quienes se toman un juego como algo mucho más importante, dedicándole más tiempo, más dinero, y transformando ciertos juegos en parte de su rutina.
Por esta misma diferencia, es normal que la habilidad de un jugador hardcore sea notoriamente más alta que la de un casual, puesto que como dice el refrán, “la práctica hace al maestro”. A decir verdad, tampoco es que deba importar mucho… a menos que nos pongamos a competir. Es precisamente allí, en los juegos competitivos, donde la brecha nos tira a un lado u otro, poniéndonos incluso en contra de familiares o amigos. ¡Seguro os ha pasado!
¿Por qué importa esta diferencia? Pos y contras de ser “casual gamer”
Moralmente, no es que importe mucho, puesto que cada uno se divierte como quiere y como puede. A la hora de jugar, en cambio, sí que hay momentos donde debemos prestar atención a esto, incluso a la fuerza. En un juego single player, donde nuestro único rival somos nosotros mismos o la horda de obstáculos y contrincantes que nos pueda ofrecer el propio juego, nadie se entera de lo bien o mal que jugamos, salvo que literalmente llamemos la atención de los demás o nos mostremos en videos de YouTube o alguna plataforma de streaming, por poner un caso. Como ya dijimos antes, lo que importa es divertirse y pasarla bien en ese rato que tenemos, bajo nuestras propias reglas. Para unos, simplemente “avanzar” es un objetivo cumplido; para los “complecionistas” (esos que no pueden vivir sin tener todo al 100%) y jugadores compulsivos, el orgullo es todavía más fuerte y no se pueden permitir una caída en habilidad o dificultad.
Ser un jugador casual tiene muchísimas ventajas, desde no sentirse “preso” de un juego hasta controlar su propio impulso de gastar dinero extra en un juego. Además, ofrece mayor tiempo libre para dedicar a otras cosas, genera menos estrés y nos garantiza terminar de buen humor y sin peleas cada vez que jugamos en modo multijugador. Para ponerlo en palabras más simples, un jugador casual entra a un juego buscando diversión, mientras que un jugador hardcore entra a un juego buscando un desafío.
Lo que sí debemos aclarar es que, si bien nada es imposible, ser un jugador casual limita muchísimas otras cosas, como por ejemplo el descubrir todos los secretos y técnicas de un determinado juego, cosas bastante necesarias para quienes gustan del speedrunning, los e-Sports, y otras formas de jugar que se basan en la competencia. Por ejemplo, un caso muy común donde importa ser casual o hardcore es en los MMORPG, donde es fácil frustrarse por no tener tiempo para coincidir con amigos o sentirse estancado por no avanzar al mismo ritmo que otros jugadores.
Videojuegos casuales: un amplio abanico de opciones
Mientras que los juegos hardcore se autoimponen muchas limitantes, los juegos casuales gozan también de libertad a nivel creativo, por lo que tenemos experiencias muy diferentes entre sí a la hora de elegir qué jugar. Una de las opciones más populares es sin duda la de las aplicaciones móviles o sociales, que podemos jugar en todo momento y en todo lugar —siempre que tengamos batería… y en algunos caso conexión a internet— para no aburrirnos en la espera del médico o cuando el trabajo se pone tedioso. Casos como Candy Crush, Two Dots, Clash Royale, Angry Birds, Pokémon Go o Kim Kardashian: Hollywood demuestran que los jugadores casuales son un público muy heterogéneo, pero siempre ávido de “algo divertido”.
Otros juegos casuales, si hablamos de ordenadores, podrían ser Minecraft, Fallout Shelter (que también está para móviles), Stardew Valley, The Sims, y toda esa impresionante cantidad de simuladores, permitiéndonos convertirnos, de a ratos, en una persona diferente, siempre sin ataduras. En consolas, vale esperar que también tengamos versiones de estos mismos juegos, pero también podemos sumar el género “Party Games”, como Just Dance, Mario Party o Wii Sports, que ponen a un grupo de amigos a pasar un buen rato entre risas en lo que dura una reunión o fiesta. La mejor noticia es que, más allá de estas recomendaciones, aceptarse como un jugador casual es una cuestión totalmente personal, ya que incluso en juegos pensados para ser competitivos nos podemos sumar sin mayores preocupaciones. Aquí, lamentablemente, es que pueden venir los problemas, porque incluso sin quererlo podemos estar arruinando la experiencia de juego de alguien más.
¿Te imaginas un deportista de élite, teniendo que formar equipo con un aficionado? ¿Y a un cantante haciendo un dúo con alguien que no sabe afinar bien? ¡Eso es exactamente lo que pasa cuando se encuentran los casuales con los hardcore! De allí es que viene el “odio” hacia los jugadores casuales, y es bueno que también seamos conscientes de eso… porque aunque no compartimos los insultos ni la discriminación, bien podemos reconocer que hay motivos bastante válidos. Los juegos casuales comprenden una demografía enorme, desde niños hasta abuelos, de todos los sexos e intereses; que una señora cincuentona juegue Candy Crush desde el móvil mientras viaja en el metro no es que la haga gamer, pero si —incluso sin saberlo— le apasiona un poquito de nuestro mundo, ¡bienvenido sea!
Cada vez son más los juegos gratuitos
Lo que sea más barato siempre tendrá más demanda e interés, y eso lo sabe todo el mundo. Entre el modelo Freemium y los F2P, se está generando tal radio de éxito que cada vez son más los juegos que iniciaron como títulos de pago pero terminaron dando el salto a lo gratuito, como The Secret World, The Lord of the Rings Online, AION o Team Fortress 2. Igualmente, la tranquilidad que brinda a las empresas el formato P2P hace pensar que nunca desaparecerá por completo. Hoy en día, los MOBA y los FPS competitivos son los juegos que más público atraen, y como a todos nos gustan las cosas bonitas, la lluvia de dinero no se detiene. Estos juegos ofrecen tiendas cosméticas que son la envidia de las grandes marcas, y por eso las skins —nuevos trajes o apariencias, sea para objetos o personajes— y las cajas misteriosas —con objetos sorpresa adentro, a riesgo de ser mediocres o extremadamente raros— son verdaderas máquinas de moneditas. ¡Aquí nadie es tonto!
Palabras finales
El término “filthy casual” (sucio jugador casual) se ha vuelto todo un meme, parodiando el odio eterno que juran los jugadores hardcore a aquellos que se toman las cosas con más calma. La realidad, como ahora ves, es que todos somos parte del mismo universo, y la tolerancia es la llave no solo a la paz interior cuando jugamos, sino también a un mejor relacionamiento. Que seamos casuales en un juego no implica que lo seamos para siempre; sobran casos de gente que dedica casi todo su día a un juego pero también sabe engancharse a otro más sencillo para variar y pasar el rato.
¿Tú cómo describirías tus hábitos jugabilísticos? ¿Tienes buenos juegos casuales para recomendarnos? ¡La caja de opinión es tuya!
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