Esa frase seguro la conoces, y es la que sistemáticamente ha usado cada generación, a través de los años, para referirse a las nuevas camadas, con sus filosofías, sus gustos y su estética. En Japón no hay excepción a esa regla, y hacia la década de los 50 o 60, y aún en plena recuperación tras la Segunda Guerra Mundial, los adolescentes sentían que no estaban siendo tratados como querían o merecían, no solo por sus compatriotas, sino por “el sistema” en sí.

Como una de las características de la adolescencia es la rebeldía, rápidamente los jóvenes se alinearon bajo una misma idea, combativa y muy marcada por el factor bélico del pasado cercano. El movimiento Yanki nació con ciertas ideas políticas imperialistas, pero lentamente esa intención se fue perdiendo y todo quedó en una tribu urbana más. Así todo, la cosa sirvió para dar lugar a muchos chicos y chicas que por fin encontraban algo en lo que sentirse identificados, mientras fomentaban una cultura visual, musical y artística en general, donde obviamente entran el manga y anime.

Los chicos y chicas Yanki son bastante reconocibles, tanto por su forma de vestir o hablar como por su comportamiento. Ellos son los inadaptados sociales, los abandonados, los rebeldes, “los chicos malos”... o básicamente, simples delincuentes juveniles que buscan llamar la atención, como alguna vez el movimiento Punk lo hizo en occidente. Abandonando sus estudios o simplemente haciendo el mínimo esfuerzo, reunidos en las esquinas y buscando el mejor momento para sus fechorías o convocados por los rasgos políticos que antes nombramos, los yanki tienen mucho que ofrecer a los ojos.

Algunos rasgos estereotípicos para reconocer la cultura Yanki pueden ser las bandanas, el pelo teñido de rubio o peinado con jopo en plan motociclista, grandes camperas de cuero o de corte militar, tachas, tapabocas o grandes cadenas y pulseras; los chicos que siempre están dispuestos a una buena pelea también van con sus brazos remangados, quizás mostrando tatuajes “intimidatorios”, o en caso de estar en horario escolar, con el uniforme desalineado en señal de protesta. ¡¿Verdad que los has visto miles de veces?! Muchas veces estos malotes tienen vínculos con la —muchísimo más respetable y peligrosa— mafia Yakuza,

Este estilo tan particular no pasa desapercibido entre aquellos mangakas que siempre buscan reflejar la realidad. También es cierto que este tipo de personajes siempre ofrecen jugo para grandes historias de redención, lucha socio-política o de represión, y tener un personaje así se presta tanto para un antihéroe como para un antagonista que contraste la bondad del personaje principal. Para citar algunos de estos casos, seguidamente te dejamos 3 recomendaciones que muestran bien qué pasa con el subgénero Yanki en Japón.

Una mudanza es siempre una gran oportunidad para empezar de cero, darse a conocer como la persona que realmente queremos ser —si es que no estás a gusto contigo— y así iniciar una nueva vida. Eso es precisamente lo que hizo nuestro protagonista, Takashi Mitsuhashi… y si este es un artículo sobre delincuentes juveniles, ya sabes qué es lo que pasará aquí, ¿verdad? ¡Pues no! Seguramente pensabas en un chico desplazado que abandona sus días de vago malhumorado para transformarse en un chico popular, pero Takashi hizo lo contrario, y sueña con una vida como buscapleitos.

Casualmente, Takashi conoce a Shinji Itou, otro chaval nuevo en el vecindario que, también casualmente, tiene los mismos planes. Kyou kara Ore wa!! es la aventura de dos jóvenes que descubren poco a poco los placeres del delito, de una forma muy graciosa y disfrutable. Si buscas personajes yanki con motivaciones, este es un buen lugar para empezar.

Como ya explicamos, uno de los motivos para identificarse bajo esta bandera es sentirse apartado de la sociedad, y algunos yankis refuerzan esa idea aislándose todavía más. Así es Daichi Shinagawa, el típico bully de la clase que no entabla relaciones con nadie y simplemente va a su bola. Pero el peor enemigo de este chico no es su condición social y mucho menos otro yanki rival, sino una de sus compañeras de clase, Hana Adachi, que se puso como meta integrar a Daichi al grupo y transformarlo en un alumno normal.

Con el paso de las páginas de este manga, conoceremos realmente qué hay en las cabecitas de estos dos chicos, tanto en las motivaciones de Hana para no darse por vencida ante este caso perdido, como en cierto hecho “trágico” del pasado que terminaron casi que obligando a Daichi a ponerse a sí mismo como el problemático que es. Inevitablemente, las idas y venidas en esta parejita despierta la llamada del amor, que aunque de manera intermitente, juega un papel muy importante en la trama.

De tanto informarte sobre la cultura Yanki te pones rebelde y no quieres leer? ¡No hay problema! Entonces pasemos a un anime, y no precisamente cualquier anime, sino todo un clásico. Great Teacher Onizuka es una serie ultra famosa, pero que a la vez concentra varios clichés de la movida juvenil que comentamos. Esta vez, veremos la cosa desde una perspectiva distinta, ya que el protagonista no es uno de los malotes sino un maestro muy inspirador, que logra tocarles lo más profundo de su ser.

Eikichi Onizuka es el nuevo maestro en una clase donde nadie quiere saber nada con los estudios. Estas situaciones suelen terminar mal, y así lo demuestran los 3 últimos docentes, que no pudieron sacar adelante a esos chicos y terminaron bastante mal de la cabeza… hasta con uno que se suicidó. ¿Son más importantes las lecciones de matemáticas, física o química que las lecciones de vida? El gran maestro Onizuka cree que no, y debe encontrar la forma de conectar con sus alumnos, ganarse su respeto, y como se dice habitualmente, “sacarlos buenos”.