No importa qué esté haciendo o por qué, siempre podremos estar seguros que Tsukushi dará el máximo esfuerzo sin importar las consecuencias. Cuando se presentó a las pruebas del equipo de Seiseki, quedó claro que no tenía ningún tipo de habilidades con el balón, pero su esfuerzo físico no solo compensó sino que lo hizo llamar la atención de los entrenadores y el propio capitán del equipo.

No es que Tsukushi sea muy atlético, de hecho nunca se había exigido tanto anteriormente, pero su fuerza de voluntad le hace sacar energías cuando ya no las hay, y así seguir adelante sin bajar la cabeza. Ese chico que llegaba último en todas las carreras y terminaba desmayado ahora es el más resistente de todos, y así anima a sus compañeros cuando lejos de tirar la toalla, levanta a sus amigos con su típico grito: “¡Seisekiiiiiiiiiii! ¡Haaaaaaaiiii!”.

Ya dijimos lo que es capaz de hacer con sus demostraciones físicas, pero esa no es la única forma en que inspira a quienes lo rodean, sino que también su bondad y humildad son fuertes factores. Gracias a Tsukushi, Jin Kazama dejó de confiar únicamente en su talento natural y ahora va al sacrificio no por ser el mejor, sino por ayudar al equipo; Chikako Ubukata ya no es la odiosa chica que se cree superior al resto ni la novelista frustrada que no acepta críticas, sino que también intenta mejorar sus modales gracias al ejemplo de su amigo; los jugadores de primer año ven en Tsukamoto la importancia de jugar en equipo y no únicamente pensar en sí mismos para ganarse la titularidad, mientras que los de segundo y tercer año reconocen que no pueden verse superados por un novato y, aunque aprenden cada día de él, evitan dormirse en los laureles.

Seiseki es uno de los equipos con más fama y campeonatos ganados a nivel escolar, y todos quienes se enfrentan a este equipo constantemente reconocen su historia ganadora y sus estrellas actuales. No obstante, y sin importar el resultado final de los encuentros, todos terminan alabando al pequeño desconocido con la camiseta número 17, que con bajo perfil y muchísimo sudor termina no solo brindando grandes actuaciones, sino elevando todavía más el nivel de sus compañeros.

Un jugador que no puede parar el balón, no entiende algunas reglas básicas del fútbol o se torna en el hazmerreír de toda la afición, no nos da la impresión de ser el más atinado. Sin embargo, en cada capítulo de Days podemos notar la evolución en la inteligencia de Tsukushi, tomando lo mejor de cada uno de sus compañeros y comprendiendo los pormenores del fútbol, como la táctica, su posicionamiento, o cómo reaccionar a los movimientos del rival o sus propios compañeros.

Aunque el ataque de Seiseki dependa de Kimishita y sus 3 flechas (Kazama, Ooshiba y Mizuki), tener a Tsukushi en cancha se vuelve una garantía en lo que se llama “segunda jugada”, ganando cada rebote y apareciendo para recuperar el balón cuando nadie se lo espera, no solo evitando un contragolpe sino brindando a Seiseki una nueva oportunidad de convertir un gol. Fuera del campo, su inteligencia se manifiesta sabiendo manejarse en el vestuario con tantos egos y personalidades diferentes, evitando meterse en problemas y solucionando conflictos ajenos.

Olvidemos por un momento que se trata de un anime y veamos a Tsukushi Tsukamoto como uno de nosotros. ¿Qué tan común es que alguien resulte tan bondadoso y altruista en los tiempos que corren? Buenas personas existen, pero incluso en un universo ficticio como el que nos pinta Days, la solidaridad de Tsukushi sorprende a propios y ajenos, y no pensará ni siquiera un segundo en sacrificar sus beneficios para ver mejor al prójimo.

Esto se traslada en su relación con su madre, con sus compañeros de equipo (especialmente con Kasahara, a quien ayuda a entrenar para ganarse un puesto aunque le cueste el no jugar), en el entorno escolar y también con Sayuri, que tiene una mezcla de sentimientos al ver que su amigo (¿e interés amoroso?) lentamente se aleja de ella para valerse por sí mismo. Generalmente se dice que los chicos malos se quedan con las chicas, o por lo menos las atraen… en este caso, Tsukushi es la excepción que confirma la regla.

A los 15 años, seguramente cualquiera de nosotros tuvo, tiene o tendrá suficientes anécdotas de la rebeldía adolescente en contra de sus padres. Sin embargo, otra vez más Tsukushi va contra las obviedades, y trata a su madre como una reina. Nunca nos enteramos por qué está en silla de ruedas, pero eso generó en esta relación madre-hijo una gran situación de dependencia, que aunque tiene su lado contraproducente, ha reflejado sobrados ejemplos positivos en la personalidad de Tsukushi. La paciencia y generosidad hacen gala en ese chico, y lejos están Tsukushi y su madre Nozomi de tener una relación obsesiva.

Que trate así a su madre evidentemente nos da muestras de cómo reaccionaría (y efectivamente lo demuestra) en otras complicadas situaciones de la vida, siempre como apoyo y brindando calma. Mientras otras mujeres podrían ponerse celosas en estos casos y fomentar ese legendaria envidia entre suegras y nueras, ninguna pretendiente de Tsukushi tiene de qué preocuparse: el gigante corazón de este muchacho tiene amor para todos y todas.