Cada vez que sale una película de Studio Ghibli, debemos esperar algo de una tierra fantástica con un toque peculiar. Nuestra historia, en este caso, ocurre en una antigua era japonesa llamada Muromachi (aproximadamente entre los siglos XIV y XVI). La buena noticia es que había realeza en ese momento. El protagonista de La Princesa Mononoke es el príncipe Ashitaka, de una tribu Emishi. Orgulloso, controlado y noble a pesar de su corta edad, Ashitaka pasea alrededor de la aldea en su alce, Yakul.

Un buen día, el pueblo es atacado por un extraño jabalí. Ashitaka logra matarlo antes que haga daño, pero es infectado por una maldición que el sufriente animal padecía. Después de algunas averiguaciones, los ancianos de la aldea descubrieron que la maldición fue causada por una bola de hierro dentro del cuerpo del jabalí, que solía ser un espíritu de bosque. Le dicen a Ashitaka que va a morir a menos que sea capaz de encontrar una cura en el lugar de origen del espíritu, en las tierras occidentales. De todos modos, eso significa que Ashitaka tiene que renunciar a su identidad Emishi y embarcarse en un viaje peligroso, pero todo esto lo hace con un corazón valiente. Realmente fue criado para ser un príncipe, ¿verdad?

Hay una aldea que forja hierro muy cerca de un bosque en las tierras del oeste. Su líder, Lady Eboshi, está volviendo a casa con provisiones, ¡cuando una emboscada los ataca! Y no es una emboscada habitual: tres lobos blancos gigantes (espíritus) y una niña cubierta con una piel blanca y una máscara roja matan o destruyen lo que pueden. Lady Eboshi dispara uno de sus cañones, golpeando al lobo más grande (Moro) y forzándolos a retirarse.

Mientras tanto, Ashitaka está cruzando el bosque occidental cuando encuentra a algunos heridos. Él trata de ayudar cuando siente que hay alguien más no tan lejos. Así es como Ashitaka descubre a los lobos y la chica, ahora sin máscara, chupando y escupiendo la sangre contaminada del lobo herido. Aunque Ashitaka trata de hablar de una manera amistosa con ellos, todo lo que obtiene es una mirada fría y salvaje de la chica cubierta de sangre. Esta es San, la princesa mononoke (espíritus) del título de la película.

Ashitaka es un forastero cuando llega a las tierras occidentales. Sin embargo, sus habilidades naturales hacen que destaque desde el principio. En primer lugar, Ashitaka ayuda a los hombres del convoy y los lleva a la seguridad de la aldea de hierro. Esto otorga a Ashitaka el favor de Lady Eboshi, la líder de la ciudad, y abre su camino para aprender sobre su estilo de vida. También interfiere en la feroz batalla entre San y Lady Eboshi, impidiendo que ambas se lastimen. En realidad, los poderes oscuros de su brazo maldito se muestran en esta escena, pero Ashitaka lo utiliza para evitar más conflictos y demandar salir de la ciudad con San. Ashitaka mantiene el control incluso en situaciones tan tensas, lo que hace que la gente alrededor de él le respete y le obedezca.

Por otra parte, podríamos imaginar a San como un miembro bastante débil de la tribu de los lobos. Abandonada como un bebé en el bosque, se crió como el resto de la manada, pero siendo humana, tiene sus limitaciones. Sin embargo, San también tiene ventajas, como la capacidad de hablar y fabricar armas. Se insinúa que los espíritus lobo la aceptan como uno de ellos, y siendo la chica leal, intrépida y sigilosa que es, San tiene todo lo que se necesita para ser respetada y obedecida también.

San ha vivido la mayor parte de su vida con espíritus, por lo que puede comunicarse con ellos mejor que con los seres humanos. Por otra parte, después de ser llevado por San al lago en el centro del bosque y parcialmente curado por Shishi Gami, Ashitaka adquiere cierta confianza por parte de los espíritus. Esto significa que al menos hablarán con él, en marcado contraste con sus compañeros humanos. Así podemos ver que Ashitaka y San son individuos diferentes con experiencia en ambos reinos.

Cuando los espíritus jabalí deciden atacar a la aldea de Lady Eboshi, San elige asistir a su jefe Okkotonushi, que ya no puede ver. Ashitaka regresa a la aldea de hierro y descubre que está bajo el asedio de samuráis, mientras que Lady Eboshi fue al bosque con un grupo llamado Karakasa Ren para cazar a Shishi Gami. Ella podría ser traicionada por lo que Ashitaka corre hacia el bosque. En su camino, Ashitaka encuentra que el Karakasa Ren atacó a los espíritus jabalí con explosivos, matando a casi todos ellos. En cuanto a Okkotonushi, está tan herido que se está convirtiendo en un espíritu maldecido, arrastrando a San con él. Una Moro herida logra arrancar a San lejos de él, y después, la chica sería rápidamente sumergida en las aguas purificadas del lago por Ashitaka.

Las cosas se ponen aún peor, ya que el Shishi Gami llega y su cabeza es cortada por Lady Eboshi. Como resultado, el Shishi Gami se convierte en una criatura de alquitrán que extiende la muerte a todo lo que toca, buscando su cabeza por todas partes. Esta ha sido guardada por los Karakasa Ren, así que Ashitaka le pide a San que lo ayude a encontrarlos. Después de una batalla contra el grupo y rodeados por el alquitrán mortal, Ashitaka y San logran recuperar la cabeza. Sosteniéndola alto en el aire juntos y abrazados al mismo tiempo, la ofrecen al Shishi Gami como un gesto de paz.

Después de una espectacular desaparición por parte del Shishi Gami, el fuego en la aldea de hierro se apaga. Las zonas cubiertas con el alquitrán mortal están ahora llenas de plantas verdes y jóvenes. Ashitaka y San, ambos marcados con maldiciones durante la última batalla, despiertan para encontrarse curados. San admite que ella ama a Ashitaka pero que no puede perdonar a los humanos. Ashitaka dice que está bien, ya que se quedará en la aldea de hierro e irá al bosque para verla. Después de escuchar esas palabras finales, San se marcha con sus hermanos lobo.

Por lo tanto, tenemos un final abierto de nuevo, pero no es difícil adivinar que nuestra pareja fue capaz de verse en el futuro. Lady Eboshi era una líder energética que estaba decidida a reconstruir una aldea de hierro aún mejor, y las criaturas del bosque también estaban reviviendo. Así, el vínculo inquebrantable entre los seres humanos y la naturaleza iba a comenzar un nuevo ciclo. Tales relaciones delicadas iban a necesitar muy buenos embajadores, pero no hay que buscarlos lejos. El bosque tiene a San y la aldea de hierro tiene a Ashitaka, una pareja verdaderamente heroica que llevó sus habilidades al extremo en las circunstancias más desafiantes.