Al comienzo del juego el árbol introduce un poco la situación, pero a partir de ahí casi todo el juego se desarrolla sin palabra alguna, ni escrita ni hablada; es que, aunque simple, esta historia está cargada de ternura y significado en cada acción. Nuestra misión es recuperar los elementos que el árbol perdió, pero en el proceso, nuestro único compañero y guía es Sein, una luz que se comunica con sonidos casi musicales.

Aún así, Ori and the Blind Forest nos deja muy en claro cuál es la misión y qué ocurre en cada momento, revelándonos con flashbacks cosas que es imposible descubrir de otra manera, y que son importantes para lo que ocurre en ese momento.

Lo que en un comienzo son bosques frondosos y praderas inmensas plagadas de colores hermosos, pronto empieza a tomar un matiz más sombrío… y no solo en los enemigos, hechos de oscuridad, sino en los entornos repletos de plantas muertas y agua venenosa. Pero aún en ese estado, tienen un matiz de colores que si bien es oscuro es también muy variado, creado belleza hasta en lo que no debería tenerlo, sobretodo al ver al pequeño Ori recorrer estos escenarios de una manera casi majestuosa.

A medida que los elementos vuelven y la naturaleza revive lentamente, cada escenario va cambiando gradualmente en un contraste continuo entre luz y oscuridad, vida y muerte, que tanto caracteriza un juego como este.

Cuando mezclas un juego de Plataformas con el viejo estilo Metroidvania, sabes que encontrarás una cantidad de puzzles para los que tendrás que usar ciertas habilidades… y romperte la cabeza pensando. Seguro querrás tomarte tu tiempo para superar algunos enemigos, sabiendo que si te aceleras mucho fácilmente podrías terminar en tu último punto de guardado.

Lamentablemente, y aunque sí que puedes darte buenos respiros para admirar el paisaje, no te lo vas a poder tomar todo con calma. Si no eres uno de esos jugadores que saltan los obstáculos con facilidad pasmosa, ¡pronto tendrás que aprender a hacerlo!, ya que el final de cada templo implica una escalada contrarreloj y contra los elementos de la naturaleza misma, a la que solo los ágiles y rápidos de pensamiento podrán sobrevivir... o los que lo hayan repetido tantas veces que se saben cada paso y trampa de memoria. ¡Eso también funciona!

De la misma manera en la que Ori nació, nacieron muchos de sus hermanos; pero al contrario que él, no fueron tan afortunados como para sobrevivir al debilitamiento del Árbol del Espíritu. No obstante, su luz quedó guardada por sus propias tumbas en los lugares donde dieron su último aliento, misma luz que puede ser recogida por Ori para obtener las habilidades que les hacían especiales.

Planear, trepar por las paredes, derribar muros agrietados... todas estas habilidades serán necesarias para abrirse paso por terrenos inexplorados que ni siquiera podías imaginar como alcanzar anteriormente. En la muerte, los hermanos y hermanas de Ori le guiarán por el camino a la salvación, aunque sea usando sus pequeñas y casi extintas luces.

La historia es simple, pero entre el primer juego y el segundo aparecen y desaparecen personajes cruciales, así como el mundo cambia y evoluciona de varias maneras. Si empiezas Ori and the Will of the Wisps sin haber jugado esta primera entrega, no solo no entenderás todas las implicancias de la historia que se te presenta sino que te quedarás sorprendido cuando ciertos personajes aparezcan sin una explicación previa.
Vale, esto cuenta para cualquier otro juego con secuelas, pero es que en un título tan dependiente de la imagen y que deja los textos y diálogos al mínimo, perderse un detalle es mucho lujo. Ori and the Blind Forest es una experiencia que merece la pena vivir, y entrar a su siguiente etapa sin vivir la aventura que lo empezó todo es casi imposible. Tarde o temprano, si esta secuela te gusta, ¡tendrás que probar el primer juego!