No es el primer videojuego que experimente en mi vida, pero sí el primero que marcó el periodo de mi infancia, siendo además el primero para mí en la increíble PlayStation.

No solo fue el cambio de consola, los nuevos gráficos, el nuevo joystick o el probar mecánicas más avanzadas y un mundo 3D mejor pulido, sino que CTR de por sí era —y es— una joya de la industria.

No solo estaba la oportunidad de experimentar estos increíbles personajes en un mundo de carreras de karts, sino un modo historia en el que vas desbloqueando más personajes (gloriosos tiempos en los que no había DLC) luchando cada vez contra un jefe final más difícil de superar, sin mencionar el genial modo batalla entre hasta 4 jugadores. Sin dudas, y hasta el dia de hoy, Crash Team Racing es aclamado por sus fans, y desgraciadamente aún no ha salido un remake para la nueva generación.

Siguiente gran título que tuve horas y horas de vicio en la PlayStation, Warcraft II: The Dark Saga es una combinación lanzada para consolas y que cubre lo que en PC fueron Tides of Darkness (lanzada en 1995) y Beyond The Dark Portal (lanzada en 1996).

Warcraft II fue el primer RPG que disfruté en consola, y sus características me fascinaron. Su historia me atrapó y fue, probablemente, lo que generó mi adicción a este universo creado por Blizzard. El gameplay era muy entretenido, la música era genial y las voces de las unidades quedaron grabadas en mi cabeza hasta el idea de hoy por ser tan llamativas.

Sin dudas, esta guerra de humanos contra orcos es una de esas joyas que perdurarán en el tiempo.

Ya a estas alturas estamos hablando de que había una PC en mi casa, y sin ser por el Age of Empires II que vino con la compra, uno de los títulos que más recuerdo haber disfrutado es Vice City, el cuarto título principal de la franquicia Grand Theft Auto. La época en la que se encontraba la historia era fantástica, los grandiosos años 80, y el juego lo hacía muy bien en captar la vibra de la época gracias a la música implementada, los trajes y los vehículos.

Revivir los conflictos de la mafia en esta ciudad ficticia y tomar el control de ella en un ascenso de poder, junto a la libertad de viajar a donde quieras y realizar tareas secundarias conociendo un sinfín de personajes particulares, hacen de este Sandbox uno de los más recordables para mi, de la mano del inolvidable Tommy Vercetti.

Desde la primera PlayStation me había enamorado de los juegos de sigilo, en este caso con uno de sus grandes, Tenchu. Pero no fue hasta la PlayStation 2 en la cual encontré otro gran título y extrañamente no tan popular: Shinobido: The Way of the Ninja.

No solo compartía el hecho de interpretar a un ninja y explorar las aldeas y caminos para eliminar a tus enemigos con sigilo, sino que además incorporaba un movimiento mucho más ágil, con gran velocidad a la hora de correr y saltar. El sistema de batalla era más rápido y la combinación de ataques también era más fluida, pero cuando no conseguíamos el sigilo las batallas también estaban muy bien desarrolladas, y esto es en gran parte porque a la hora de enfrentarte a los bosses del juego, era combate puro.

Mapas diversos y llenos de detalles, misiones de asesinato, escolta, transporte y robo, peleas con jefes feudales por el poder que añadían un sistema de política al juego... peleas con osos y la creación artística del patio de tu casa, colocando trampas en un modo editor para defenderla de ataques de enemigos... ¡este juego tenía de todo!

No puedo evitar colocar este juego en la lista, el que más tiempo ha consumido de mi vida, para bien o para mal. WoW me ha mantenido entretenido por incalculables horas, y no solo estaba muy apegado a la historia del universo de Warcraft sino que, a la hora de experimentar este MMORPG, me enganchó desde el principio.

No solo te imponías el objetivo de levear tu personaje al nivel máximo del momento, también experimentabas el viaje por el mundo de Azeroth con el feeling propio de tu clase y la combinación de tu raza elegida. Una vez alcanzado ese nivel máximo ya tu objetivo era proseguir con las mazmorras del juego, adentrándote más en su mundo e historia detrás de los jefes de las mismas, con el propósito de hacerte más fuerte para llegar al reto final: derrotar al mismísimo Arthas.

Sinceramente, no puedo negar que luego de tantos años el juego se me volvió aburrido, pero era el círculo social que había creado lo que me hacía volver a conectarme, tal vez solo para dar vueltas por la ciudad flotante de Dalaran y saludar a mis compañeros de hermandad.